14 de junio de 2025 Judit Vidal
El fenómeno Billie Eilish aterriza en el Palau Sant Jordi
La pasada noche 14 de junio llegaba a la ciudad condal la cara más reconocida de la música pop actual: Billie Eilish. Una superestrella de tan solo 23 años que ya se ha coronado como una de las artistas más prodigiosas del género, siendo capaz de protagonizar un extravagante show de hora y media con total seguridad y firmeza.
Filas y filas eternas de jóvenes, adolescentes sobre todo, esperaban ayer tarde ante las puertas del Palau Sant Jordi con la ansía de ver a la californiana, quién no había pisado la capital catalana desde 2019 con su álbum debut When we all fall asleep, where do we go? (2019). Esta vez lo hacía para presentar Hit Me Hard and Soft (2024), su tercer trabajo.
Sobre las 18.00h abrían las puertas del recinto y una hora después empezaba a tocar Tom Odell y su sorprendente banda de músicos, quiénes tocaron unos cuarenta y cinco minutos como apertura para Eilish. Odell y la banda estuvieron impecables, esta última fue toda una sorpresa para mí que soy fan del artista y mis expectativas se cernían solo sobre él y su fiel compañero: el piano. Sin embargo, añadió a su repertorio arreglos musicales esplendidos para viento y cuerda que ayudaron a la interpretación de temas como “Black Friday”, “Heal”, “Grow Old With Me” o su famosa “Another Love”. Todo un genio ya consagrado en su estilo.

Fotografía: Suck On That
A las 20.00h debía empezar Billie Eilish, pero se retrasó unos quince minutos. Sobre el escenario colocado en el centro se encontraba un cubículo transparente gigante que a los veinte minutos se encendió de blanco tapando lo que había en el interior. A los lados se encontraban dos pequeñas fosas dónde estaban su banda: batería, guitarras, teclado, bajo y coros. Del cubo apareció una plataforma dónde se encontraba Eilish que empezó a corear su reciente “CHIHIRO” ante los inauditos gritos de su público. De ahí que, durante las primeras canciones, se tuviera que reajustar el sonido ante tal inmensa euforia. Ya desde el principio se podía intuir el increíble show que ostenta, especialmente apoyado por unos visuales de infarto: focos de colores rojos, azules y amarillos para “LUNCH” combinados con su holograma en el suelo del escenario en “Therefore I Am” o su desdibujada forma en las pantallas superiores que engrandecían o no en función de la canción. “WILDFLOWER”, “THE DINER”, “L’AMOUR DE MA VIE” O “THE GREATEST” fueron otros de sus nuevos temas que repasó y que todo el mundo cantó a pleno pulmón apoyando la sútil, fina y dulce voz soprano de la joven.
A pesar de ser palpable el entusiasmo por la artista, en un determinado momento pidió tan solo unos segundos de silencio para poder cantar la intro de “When the party’s over”, dónde dejó más que evidente su capacidad vocal y su control del canto respirado que tanto la caracteriza. En referencia a su primer álbum también pasó por la pegadiza “bad guy” y “bury a friend” con unos visuales muy oscuros que, especialmente, me contentaron por su guiño a sus inicios marcados por lo tenebroso, solo hay que ver la estética de ese primer disco. Su glorificación de lo onírico y el más allá se ha ido apaciguando con el tiempo, pero sigue formando parte de sus raíces.
En la puesta en escena también hubo un lanzallamas en efecto columna a ambos lados de las fosas, además de los constantes movimientos del cubículo mencionado (dónde se llegó a subir ella sola para cantar su primeriza “ocean eyes”), los cambios de efectos en las pantallas, así como en la sombra de los focos. Al inmenso show, también hay que sumarle que no paró de pasearse por todo el escenario, acercándose a todas las zonas dónde había fans y siendo muy cercana con las cámaras que la grababan. Una estrella consolidada, vaya. No le teme a ningún tipo de atención.
En un determinado momento llegó a trasladarse a un pequeño escenario que había dónde acostumbra a estar el grande para cantar el tema de Charli XCX “Guess” y la melancólica “everything i wanted”, escrita en plena pandemia. Posteriormente, volvió al escenario principal para ir cerrando la velada con “What Was I Made For?”, escrita para la película Barbie de Greta Gerwig, y “Happier Than Ever”, para la que hizo los últimos acordes en la eléctrica, haciendo retumbar el recinto con la rabia de todo un público que conecta con las inseguridades y miedos de quién, al final, es una joven viviendo una época repleta de crueldad (antes de la balada “Your Power” dedicó unas palabras a la violenta situación en la que se encuentra sumida su ciudad Los Angeles). Acabó con “BIRDS OF A FEATHER” mientras explotaba confeti por todo el Palau y se despedía por todos los costados del escenario.
Una hora y media de absoluta locura, dónde bailó, saltó e incluso bajó a chocar manos con todos los fans de primera fila. También demostró completa seguridad ante la cámara, a la que estuvo seduciendo con esos hipnóticos e identificativos ojos azules, a la vez que, incluso, se lanzó a defender ciertos compases con guitarras y teclado. Además, dejó patente a qué generación pertenece, llegando a coger una “GoPro” para pasearse por debajo del escenario o enfocar a los músicos que mantuvieron la distancia ante la reina, pero que la acompañaron con elegancia.
Todo un espectáculo que denota los años de experiencia y carrera rotando por el mundo con sabiduría y siendo fiel a sus ideales ya que, a pesar de haber estado en el centro de las polémicas más de una vez, siempre ha mantenido los pies en la tierra y no ha hecho el mínimo esfuerzo por encajar en ningún lado. Algo que le agradeceremos siempre.

Fotografía: Suck On That

Fotografía: Suck On That
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