08 de noviembre de 2025                                                                                                                                                                                                                                  Judit Vidal 

Rosalía se sumerge en la divinidad en LUX (2025)

★8,5/10

Finalmente, ha llegado el día. Rosalía ha lanzado su cuarto álbum de estudio, LUX (2025),  tras la inmensa presión y atención que se volcó sobre ella desde que lo anunció. Con firmeza y decisión, la artista catalana nos ha abierto las puertas a su entendimiento divino, a cómo ella vive el viaje terrenal que, como todos los presentes, está realizando.

Según sus palabras en su última entrevista en México, LUX “es un disco hecho desde el amor y sobre el amor. Me ha ayudado a entenderme a mi misma y a mejorar mi entendimiento de la experiencia humana.”

Así nos lo hace saber en las quince canciones del álbum, dieciocho en formato físico. Alrededor de los cuatro movimientos que lo conforman, hay espacio para emociones por las que todos pasamos en algún momento: decepción, rabia, reflexión, adoración y pasión.

En la parte instrumental, la versátil artista - no hay reto que se le atraviese- opta por una base sinfónica. Concretamente, la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por Daniel Bjarnason, como ya vimos en “Berghain”, así como también adornan emocionalmente los temas la Escolanía de Montserrat y el Cor Cambra del Palau de la Música. Por otra parte, el piano tiene un papel fundamental en un conjunto de piezas que, a pesar de tener una tonalidad más delicada que en su predecesor Motomami (2022), sacuden con fuerza una vez las has escuchado un par de veces. También es recomendable escuchar el disco de principio a fin y con la calma que requiere.

Si bien es difícil encontrar un hilo conductor claro entre los cuatro movimientos, si podemos ver a una Rosalía más descarada en esas primeras cinco canciones que componen la primera parte. “Sexo, Violencia y Llantas” eleva la belleza de la tierra y el cielo, deseando poder vivir entre los ambos reinos. En “Reliquia” la cantante se nos auto presenta como una joya que ha ido bebiendo de muchas de las partes del mundo dónde ha estado, con unos sublimes violines y un sutil piano que sujetan el tema. “Divinize” en catalán e inglés Rosalía nos introduce el concepto de la divinidad: “through my body you can see the light”, con una base sin adornos, algo que también sucede en otros temas. En “Porcelana” nos dice “ergo sum lux mundi” (soy la luz del mundo) bajo una producción oscura y tensional que puede recordar a su anterior álbum. Finalmente, “Mio Cristo Piange Diamanti” resulta una inspiración al más puro estilo de aria italiana que la artista confesó le costó un año crearla. La referencia principal para la letra es la relación de amistad que descubrió que tuvieron Francisco de Asís y Clara de Asís, dos santos que predicaron el amor y la devoción por Dios, ayudando a los más pobres.

Para el segundo movimiento empezamos con el sencillo “Berghain” con Björk y Yves Tumor, Rosalía canta a los pensamientos intrusivos y la necesidad de una intervención divina para sanar. Un tema con tres partes estructurales evidentes y un canto lírico  virtuoso de la catalana. La tristeza de “Berghain” la transforma en ironía en “La Perla”. Con unos dardos evidentes hacia alguien de su pasado, esta casi ranchera mexicana junto con el grupo Yahritza y Su Esencia es una de las canciones más valiosas del álbum, atrapa desde el primer momento y la base instrumental es de lo más interesante; un ritmo andante que engrandece en su estribillo: “la decepción local, rompecorazones emocionales, el mayor desastre mundial”. La única versión del disco es “Mundo Nuevo”, atribuida a La Niña de Los Peines en 1911, y dónde brilla la Orquesta como nunca. Un tema de negación que le permite demostrarnos que aun queda algo de la chica que deslumbró al mundo con El Mal Querer (2018). “De Madrugá”, una canción que la artista lleva tocando desde 2019 y que finalmente ha lanzado en este disco con una producción mucho más pesada y con texto en ruso incluido.

El tercero movimiento cuenta con “Dios es un Stalker” -quizá de las más desapercibidas por el momento- una pieza con un staccato de contrabajo determinante y un cambio abrupto de volumen que repite en “La Yugular”. Esta canción, dónde Rosalía se atreve con el árabe, empieza dulcemente y, con la irrupción del Cor Cambra, va generando una ruptura que se engrandece con las voces canónicas en la coda y que finalizan con un discurso de Patti Smith en una entrevista de 1976 referenciando cuántos cielos existen. Posteriormente, iría “Focu ‘ranni” que solo se encuentra en el formato físico del disco y que habla sobre la boda que la catalana no llegó a realizar y que la liberó de una relación tóxica. “Sauvignon Blanc” es una balada en la que, contraria al anterior tema, Rosalía vuelve a confiar en el amor acompañada de unos acordes nostálgicos pero esperanzadores al piano, ese que dice que venderá. La última de este movimiento tampoco está en digital, es “Jeanne”, un homenaje a Juana de Arco en francés. Vemos que la aparición de figuras divinizadas es frecuente y han servido de inspiración conceptual para el disco. 

El cuarto y último movimiento contiene la solo en físico “Novia Robot (pa’ lo mismo)” que critica a una sociedad que impone la perfección a las mujeres constantemente. Y esa visión feminista queda ligada con la siguiente: “La Rumba del Perdón” con Estrella Morente y Sílvia Pérez Cruz. Una especie de carta de amor a aquellos que no hacen las cosas bien, que hacen daño pero que les queremos igual. Junto con la Escolania y un coro flamenco, las figuras femeninas perdonan “toito” a quiénes les han herido porque “dice la calle que eres pa’ mi”. Además tenemos unas palmas y de nuevo un staccato que generan un ambiente tenso que va resolviendo hacia el final. Para los dos últimas canciones, Rosalía trata el tema de la muerte. En la primera, “Memória” con Carminho, trata los recuerdos con una celestial arpa que sujeta un texto profundo, el cuál pide “cuando muera solo pido no olvidar lo que he vivido”. El papel de la Escolania y el Cor son esenciales en todo el disco, pero especialmente en estas dos piezas, aportando una emoción distintiva y angelical que te transporta sin esfuerzo. “Magnolias” se inicia con un clarinete que introduce a la imaginación del funeral de la cantante dónde pide que no lloremos. En su lugar, debemos tirarle magnolias y “quedarnos despiertos hasta que vuelva otra vez la luz”. En este tema coxisten tanto el coro de flamenco, como la Escolania y el Cor Cambra generando una atmósfera de melancolía y fe que te hace reflexionar sobre lo efímero de la vida y nuestra necesidad, aunque complicada, de abrazar la muerte como último acto de amor. El tema, y por tanto el disco, acaba con una emocionante línea: “yo que vengo de las estrellas, hoy me convierto en polvo pa volver con ellas”.

Y así cierra Rosalía un disco redondo. Es cierto que algunas canciones necesitan más tiempo de escucha para adaptarte a sus constantes cambios musicales, además de asumir que hay una gran parte de abstractismo en sus letras. Sin embargo, es un trabajo arriesgado porque se aleja de la parte comercial y se adentra en un universo que puede ser difícil de digerir para aquellos que tienen el oído más adaptado a melodías más comunes y menos complejas. Por otra parte, Rosalía va a tener que afrontar las críticas de los puristas que consideran que ella no debe experimentar con la música clásica, como si fuera un género que solo pertenece a unos pocos privilegiados que pueden entenderlo. Sea como sea, eso es algo que ella ya tuvo que gestionar con los defensores del flamenco puro, así que estará preparada. Por el momento, quedamos a la espera de la gira para ver con qué propuesta escénica nos sorprenderá para defender unos temas cuanto menos elaborados y cambiantes.

Fotografía promocional del álbum

Visualizer de "La Perla"